Viviendo otra vida (sobre las relaciones simbióticas)
Siempre hablas de alguien cercano a ti... Tienes a esa persona como
ejemplo y guía, estás pendiente de qué le sucede, de sus decisiones, idas y
venidas… ¿y si decidieras hacerte cargo de tu vida en vez de vivir una ajena?
Algunas personas tienen una relación extremadamente cercana a otra y eso
les impide crecer y desarrollarse en el ámbito personal, más allá de la edad
que tengan.
No me refiero a las relaciones de cercanía que son sanas y necesarias
para transitar con apoyo y cariño las distintas etapas de nuestra vida. Este
intercambio estupendo de momentos, emociones, confidencias, tribulaciones,
partes de nuestra historia, es muy enriquecedor.
Es importante tener en nuestro entorno a alguien en quien confiemos
plenamente y nos dé contención emocional, ya sea un familiar o un amigo
entrañable. Nos ayuda a sentirnos mejor, nos quita ese sentimiento de soledad
ante el universo que a veces se apodera de nuestra razón, nos abriga el alma.
Es un estímulo insustituible en los momentos difíciles: sin lugar a dudas, la
presencia de un ser querido nos ilumina la vida.
Pero hay otra clase de relaciones interpersonales que son nocivas y son
a las que quiero referirme: son aquéllas en las que uno de los miembros deja de
tener vida propia para fundirse simbióticamente con otra persona: ve y siente por ojos de un
familiar, una pareja o algún amigo, o incluso algún personaje famoso del cine,
la televisión u otro medio. Resulta difícil algunas veces darse cuenta de las
verdaderas implicaciones de estos vínculos hasta que un día te das cuenta que
tu vida ha quedado relegada en muchos, ya que no eres el protagonista: estás
tan inmiscuido en lo que le sucede a otra persona que “te olvidas”
que respiras, comes y te manejas en el mundo de manera autónoma.
Tal vez pensamos en esta persona constantemente, te preocupan sus
problemas en carne propia ya crees sentir lo mismo que ella. Se podría decir que, de
algún modo, intentas ocupar su lugar y no el tuyo. Se establece una conexión
simbiótica, de ganar/perder (o incluso perder/perder) y no es necesario que
la otra persona esté involucrada, o sea, puede haber un nexo unilateral, como
en el caso de admirar profundamente a alguien famoso, al punto de imitar su
vida o costumbres sin prestar atención a tus necesidades genuinas.
Las personas que entablan este tipo de vínculos generan un vacío en sus
vidas que es llenado por la presencia (real o imaginaria) de otra persona. Te
preocupa lo que le sucede, la juzgas, le resuelves sus problemas, hablas sobre
sus cosas más que sobre las tuyas, las cosas malas que le suceden tienen un
impacto tan fuerte sobre ti que nublan tu razón y se te hace difícil continuar
con tus actividades diarias.
No respetas sus espacios ni su intimidad. Opinas y tomas partido en sus
asuntos. Estas actividades te sacan del centro de tu vida y te consumen tanta energía
y tanto tiempo que todo lo tuyo queda relegado a un segundo plano. Situación
cómoda para ti, seguramente, ya que implica no enterarte de qué te está
sucediendo realmente.
El temor de tomar las riendas de tu propia vida y de desarrollar tu rica
personalidad te paraliza, prefieres subsistir y actuar en función de lo que tú
percibes como las necesidades y deseos de otra persona.
Por
otro lado ser la sombra de otras personas, impide construir con libertad su
propia identidad y se sienten fracasados y vacíos.
Tal vez discutan o no tengan una relación armónica, pero no es una
condición excluyente de las conexiones simbióticas seguir parámetros de
tranquilidad e incertidumbre. Una pelea no significa poner límites, puede
implicar una reafirmación del drama de control existente entre las dos partes,
o sea, una retroalimentación.
Y
cuando perdemos de vista a la otra persona es tanta nuestra obsesión que la
llamamos constantemente, la acosamos y la sometemos, el gran temor de perder el
poder sobre ella nos angustia.
Cuando la relación simbiótica se da dentro
de algunos miembros de la familia son
“
absorbidos” por otros miembros, de manera que no pueden desarrollar completamente sus
personalidades por sí mismos.
El
ejemplo más obvio es el caso donde los padres “absorben” al hijo, de forma que
la personalidad del chico es simplemente un reflejo de los deseos de los
padres.
Otro ejemplo es el caso donde el niño “absorbe” a sus padres. En
este caso, el niño domina o manipula al padre, que existe esencialmente para servir al niño.
Si esto les suena
extraño, déjenme asegurarles que es bastante común, especialmente en familias tradicionales
¿Vivir la vida de otra persona en vez de la tuya te hace infeliz?
Respeta a la otra persona. No la juzgues ni irrumpas en su
vida tratando de manipularla, ni permitas que lo haga contigo. Si toma
decisiones erróneas, respétala, a cada persona le gusta equivocarse por sí
sola. No hagas lo que no te pidió que hicieras, y niégate a hacer cosas que le
correspondan a él o ella. Poner límites claros a otras personas significa
respetarte a ti mismo en primer término, y luego a ellos.
Toma una distancia prudencial, aunque vivas en la misma
casa. No pases todo tu tiempo libre con esta persona, diversifica tu núcleo.
Que pasen menos tiempo juntos no implica un abandono o que se dejen de querer.
Trata de iniciar alguna actividad nueva, por tu cuenta.
Seguramente tienes inquietudes no desarrolladas, es un excelente momento para
que enfoques tu atención en ellas. Te sentirás profundamente bien al
encarar algo productivo para ti, de manera independiente.
Haz
el autodescubrimiento, identificando lo que más te guste hacer, lo que mejor
realizas, cumple tus propias metas.
Respeta
los espacios e intimidad de la otra persona y ejerce tu derecho al respeto y sobretodo, ejerce tu derecho y tu
responsabilidad de decidir.
QUE HOY SEA UNO DE TUS MEJORES DIAS…………… BRILLA SIEMPRE POR TI MISMO….
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